martes, 13 de marzo de 2018

El Rugir de la Cocina

~

Hace ya un año y monedas que comencé mi carrera en el mundo gastronómico, el primer día de cursada nos presentamos, edad, nombre, profesión y, cual soldados espartanos a las ordenes de Leónidas, mis compañeros decían trabajar sirviendo a seiscientas personas al día, que un comedor escolar, en Kansas, en industrias, haciendo caterings y entre esa estirpe de blanco estaba sentado yo. 

Alguien que cocina por gusto, porque lo disfruta y alguien que quizás repitió parte de la descripción de este blog, "Un estudiante de medicina, un metalero, un entusiasta de la literatura, un cocinero amateur, un escritor frustrado, un caballero errante..."

Hable también sobre mi trabajo, una panadería poco convencional en la cual solo elaboro panes y hasta ahí llegaba mi curriculum en el mundo gastronómico y me sentía casi avergonzado de no tener cortes, quemaduras e historias dentro de una cocina. Era el chico nuevo de punta en blanco, con ganas de aprender y llegar a ser quién en un futuro miren con respeto así que me propuse ser el mejor, ganarles en su propia cancha y no achicarme por mi falta de experiencia la cual iba a balancear con estudio, con lectura y dedicación.

Estoy en el último año de mi carrera y la par comencé Pastelería para complementar mi conocimiento sobre las comidas, los panes y darle un broche de oro a mis menúes con excelentes postres.

Nuevamente al comenzar el ciclo lectivo nos preguntaban a los estudiantes de pastelería ¿qué hacíamos?¿edad?¿profesión?¿Experiencia? y me sorprendí a mi mismo diciendo lo siguiente:

— Me llamo Andrés, tengo 26 años, vengo de la UBA donde estudiaba Medicina, el año pasado tenía mis dudas pero hoy me reafirmo estudiando lo que me gusta y estoy queriendo mejorar.

Quizás no este a la altura de mis compañeros aún, pero este soldado ya tiene afilado su cuchillo y se comienza a ver un gruñido en su voz, un orgullo por lo que se hace y un respeto por tan noble profesión.