sábado, 12 de julio de 2014

Cronicas de Arreat: Tierras Nuevas II

Tierras nuevas



Segunda parte 


Tras varios brebajes con sabor a menta que escondían su potente sabor alcohólico pero no sus efectos y tras un par de cuencos de un delicioso guisado seguimos charlando evitando tocar temas dolorosos para Atma. No quería hablar de sus muertos... pronto los vengaría, y traerle el dolor a su mente nuevamente no era mi idea de ser un invitado a una taberna atendida tan amablemente. 
El crepúsculo del sol teñía los cielos de un color rojizo enfermizo, como si vaticinara un baño de sangre que, junto a las historias de Atma, no hacían más que generar terror.

 Debo irme, le avisare a Warrib de mi misión e iré a cumplir con mi cometido.  Le dije con seriedad.
 No puedes salir a estas horas, las alcantarillas no tienen ninguna iluminación, no puedes simplemente entrar con la noche pisándote los talones. Me niego a dejarte ir en estas condiciones. Dijo aún más seria tomándome el brazo.  Pasa la noche aquí, en la mañana saldrás a primera hora incluso si tengo que sacarte a escobazos de tu alcoba. Sonreía pese a saber que lo haría
 Esta bien pero de todas formas debo hablar con Warrib y avisarle que a partir de ahora viajaré solo. Tomé mi hacha y me levanté de mi asiento y con las piernas algo entumecidas de haber pasado horas y horas me dirigí hacia la puerta. 
 Antes de hablar con tu amigo hazme un favor y visítala a Fara, es una de las mejores armeras de la ciudad. Ella sabrá que hacer con tu hacha que desde aquí puede verse lo corroído que esta el metal, incluso conoce magias que podrá mejorar un poco tus posibilidades. No he hablado lo suficiente con ella, no es una mujer que tome demasiado por lo que nunca la veo por aquí.
  Acepto tus consejos, iré antes que anochezca.  Miré mi hacha "corroída" como había dicho y sonreí para mis adentros... si supiese por lo que había pasado no hace demasiadas lunas. 

La ciudad comenzaba a iluminarse con las antorchas que los guardias utilizaban para poder observar si había ataques en la noche y de paso poder darle algo de tranquilidad a la gente mientras iban terminando sus tareas hacia el final del día para poder dormirse. La cantidad de gente que no hacía demasiadas horas, caminaban ajetreadamente de un lado al otro, parecía haberse esfumado quedando tan solo pocos puestos abiertos de los cuales tan solo unos pocos emitían el característico sonido del martilleo intenso del metal.
Al acercarme a pude ver una espalda de gran tamaño apenas cubierta por una tela manchada de aceite, estaba llena de musculos cubiertos de sudor y se podía ver como levantaba con manos de oso un pesado martillo golpeando una y otra vez un metal al rojo vivo contra un yunke esparciendo chipas por todo el lugar.
Mi ceja se levanto en señal de incredulidad e intentando llamar su atención por encima de su estruendoso trabajo del metal "Por favor dime que no eres Fara" pensaba y le grite

¿FARA?

La mole se dio vuelta, su barba fue el primer indicio de que aquel hombre no era Fara y el segundo fue su extraño "EHH?" que me grito por estar seguramente demasiado expuesto a fuertes sonidos.
Bueno, solo quedaba un lugar y tras reírme un poco de esto dirigí mis pasos hacia la otra forja
Esta vez si estaba siendo atendido por una mujer, ella estaba sentada sobre su yunke descansando de la jornada de trabajo cuando yo me paré delante de ella para que me notara, aunque parece que ya había logrado eso cuando, aún sin levantar la cabeza ni mirarme ella dijo:

Esta cerrado, vuelve mañana y te atenderé.
¿Fara verdad?
Te he dicho que está cerrado. dijo esto mientras seguía dibujando con su pie dandole formas a la tierra y arena del suelo
Me envía Atma, dijo que podrías ayudarme

Con las manos corrió el pelo de su cara y sus ojos parecieron por fin tomar algo de vida y comenzaron a escudriñarme con curiosidad. Sus brazos parecían fuertes pero delgados, era de estatura promedio, con cabellos cobrizos y una boca reseca por su trabajo. Al pararse pude verla mejor, ojos intensos color nuez que resaltaban al contraste de su blanca piel, piel que estaba tapada por un traje lo suficientemente fresco para la vida en aquella ciudad desértica y lo suficientemente fuerte para resistir las chispas del metal que devorarían cualquier otro material más débil.
Todo en ella parecía seguir esa linea, fortaleza para enfrentarse a su labor, al desierto y a lo que fuese que tuviese adelante; Pero algo en su cuello me llamaba la atención, incluso con la débil luz de las antorchas situadas en las murallas.

— Dime en que puedo ayudarte. 
— No estoy seguro si podrás con esto.— Dije enseñándole mi hacha. — En mi última pelea fue dañada con un fuerte ácido, resistió para poder darle el golpe final pero Atma insistió en que la revisaras tú.— ¿Pero contra que demonios has peleado? — Dijo mientras observaba detenidamente el arma.
— Si te lo dijera no lo creerías. Dime, ¿puedes hacer algo por ella? En la mañana bajaré a las alcantarillas para ayudar a Atma
—Mmm... te costará caro, bastante caro. — Hablaba sin siquiera mirarme, como si estuviese en trance.
—No te preocupes por ese detalle, no hace mucho recorrí un torreon cerca de los pantanos negros el cual estaba lleno de oro. Te pagaré pero necesito que lo termines para el amanecer. ¿Podrás hacerlo?
— Te costara extra pero prometo hacerle algo por mi cuenta si es que vas por aquella cosa que se encuentra en las alcantarillas, lo bendeciré como es la tradición de los paladines antes de entrar en batalla. 
—Así que eso era tu colgante 
—Así es, esta cruz es el símbolo de la orden y pesé a haberla dejado hace años aun la llevo conmigo como recuerdo de aquellas épocas de aventuras. Buscala por la mañana, la tendré lista. 

Tras encargarle mi arma a aquella ex templaria fui con Warrib el cual ya había regresado a el monasterio según me dijeron los guardias de las puertas, parece que el día así terminaba regrese a la taberna de Atma y me dispuse a descansar, con suerte mañana será un día con algo más de acción.  


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