En su escritorio una taza de té ya casi fría, un teclado gastado que hacía ruidos constantemente al tocar determinadas teclas del mismo, un escritorio iluminado débilmente por una lampara de techo y un monitor que ocupaba casi toda la superficie de dicho escritorio. Sonaba música siendo interrumpida por el quejido del teclado siendo utilizado a toda velocidad puesto a que el escritor estaba inspirado e intrigado por ver hacía que regiones de su mente llegaría esta vez con sus lineas.
Era de noche, como la mayoría de las veces que escribía. El silencio era importante, las distracciones eran mínimas a estas horas y podía concentrarse realmente en lo que quisiera expresar esta vez.
Historias venían a su mente, analogías, frases, sinónimos y antónimos intentando enriquecer su humilde escrito, la calidad era importante. Se podría decir que muy importante era esto último, de no sentirse conforme quedaría archivado en sus borradores junto a otras historias inconclusas.
Pero había veces que no dependía de la calidad del escrito per se, sino que escribía sabiendo que su destino sería quedarse escondido en sus borradores.
No era miedo, no era vergüenza lo que lo llevaba a ese accionar, no, de hecho la razón por la que muchas veces esas lineas nunca serían vistas por alguien mas que este escritor era por alguien más. Un alguien importante, alguien a quien le había prometido ser honesto. Un alguien a quien le había dicho todo ya y aun así quedaban cosas que continuaba ocultándole.
No era miedo, ya le había dicho que la amaba.
No era vergüenza, podía confiar en ella.
Eran cosas importantes, cosas que todavía no estaba listo para afrontar. Por eso las guardaba para cuando por fin pudiese hacerles frente simplemente dejarlos salir, sus borradores algún día serían libres. Serían leídos por cualquiera que quisiese hacerlo, pero mientras el escritor no encontrara la fortaleza para enfrentarse a ellos continuarían ahí, en ese lugar inalcanzable.
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